Segunda parte

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Tras un manto de penumbra, sesgado por dos minúsculos fragmentos del regalo de Prometeo, entre una niebla perfumada de las lejanas indias, descansa atada a su lecho, una hermosa princesa de ropas vaporosas. Me acerco contemplando como las danzantes llamas juguetean con las sinuosidades de su cuerpo y me consume la envidia pues adoraría unirme a su danza embriagante, me demoro hago una ronda como el cazador que estudia su presa, bebo con mis ojos cada segundo de mi dicha, la música flota en el aire dando alas a mi deseo, es distante y su melancolía traza el sendero a seguir, con su ritmo me desplazo hacia el templo de su cuerpo, con reverencia y respeto dejo a mis dedos evocar, las sendas de su cintura, devorando en un roce de clandestino de sus cumbres, sumergido en su vientre con mis labios haciendo llamando, a deseos antiguos y enterrados en el desierto de su piel, recibiendo de ella un suave susurro, de placeres prohibidos de tiempos ancestrales, en los que era venerada como gran templo de la madre, un ‘no’ escapa de sus labios con el libido de la muerte, los míos le responden con determinación ‘mil anhelos de dicha se esconden tras tu piel’, vibran mis labios cerca de su oído rozándole el rostro, mientras invado sus piernas con mis manos en la exploración de lugares, donde se esconden aquellos mil regalos perdidos, que tanto alimentan mi deseo, ultrajando las barreras que los tabúes irguieron hace años, subiendo montes que ocultan tesoros, para ser besados tocados y alabados.

Bueno como ven la segunda parte, ha demorado un poco ya que nunca la había puesto en palabras, gracias por leer estas líneas de divagaciones de un romántico perdido. A veces hablando con la gente me doy cuenta que hay algo que hemos perdido, sobre estos temas me refiero, es claro que todos estamos buscando cosas en la vida y por veces con las personas que nos cruzamos y nos toca transitar los senderos de la vida debe haber una razón supongo que podemos verla o no pero es así, creo que esa en cierta forma es mi religión hay que vivir.

Fotografía: movimente